Nuestros demonios nos invaden y atormentan, nuestras musas nos obligan a contar sus historias, esas que nos susurran al oído mientras soñamos, dormidos o de pie. Nuestro ser desborda narraciones que tienen que tomar forma en letras o pigmentos para no morir o matarnos, es por eso que cedemos, es por ello que pintamos o escribimos.